Vivir con alta sensibilidad
Entre el talento y la
fragilidad
Antje
Sabine Naegeli
Traducción
de María Luisa Vea Solano
Herder
2018
190
páginas
La
costumbre de mirar a los libros científicos como algo espeso, es garantía de
supervivencia para el autor entre las élites de pensadores. La dificultad
parece ser un valor añadido. La sencillez los transforma, a ojos del márquetin
social, en libros de autoayuda. Aunque éste se base en investigaciones serias y
lo que diga sea algo nuevo, algo que hasta la fecha podíamos intuir por partes,
pero no completar el puzle. Este Vivir
con alta sensibilidad pertenece a la estirpe de los libros serios que
corren el peligro de catalogarse donde no pertenecen. La mayor parte de la
gente cree que lo que ellos sienten es lo máximo que uno puede sentir, que
ellos son muy sensibles, que sus afecciones narcisistas, su susceptibilidad,
significa que son hipersensibles. La mayoría de la gente se equivoca. Tal vez
al leer este libro se sientan falsamente identificados. Esta es una obra destinada
a decirle a unos pocos que no están solos y que alguien les entiende. Para los
demás, debería ser un texto en el que aprendieran a entender a esos pocos. Porque
las personas altamente sensibles lo que necesitan es que les comprendan. Para
el apoyo, el abrazo, el cariño, suele ser un poco tarde.
La
gestación de la hipersensibilidad sugiere la hipótesis del libro, está en una infancia
en la que el niño careció de apoyo seguro. Los padres no prestaron atención al
hijo, calificaron sus sentimientos de cosas de críos y le dijeron que ya se les
pasaría la bobada. Y el niño, abandonado a su suerte, crea sus propios
sentimientos. Crear es uno de los conceptos claves que se manejan en el ensayo.
La gente con alta sensibilidad es creativa y debe encontrar su manera de
expresarse: la pintura, la música, la literatura, el cómic, el cine… Añadir a
su vida lo que pueda compensar que sufrió desde que estaba en el vientre de la
madre, algo por lo que merezca la pena salir adelante. El acoso, en nuestra
sociedad, es constante. Hay que tener en cuenta que nos educan para ser competitivos,
no solidarios. Nuestro propio sistema educativo habla de competencias, no de
valores humanos. Y los niños con alta sensibilidad son los más vulnerables en
la jungla social.
Entre
las propuestas para aprender a valerse por sí mismos, está la de aprender a
escuchar el cuerpo, conectarse a él, cuidarlo. Trabajar, también, siendo adulto
con el niño que fue, repetirle que no era tan horrible como le hicieron creer,
ni por fuera ni por dentro. Buscar gente con la que mantener conversaciones
profundas ayudará a conocerse a uno mismo, a saber qué se exige a sí mismo el
hipersensible y darse cuenta del ritmo altísimo de perfección, innecesario, que
pretende practicar. Se trata de gente con problemas para manejar los
sentimientos, que siente mucha ansiedad frente a las injusticias, incluidas las
que padecieron y que tratan de negar para centrarse en la de los demás, cuando
deberían ser también compasivos consigo mismos: padecer con los otros es un
don, reírse cuando ellos ríen y llorar cuando ellos lloran. Pero también lo es
padecer con uno mismo: permitirse reír y llorar las hazañas cotidianas propias
y los abusos en la propia carne.
El
riesgo que corre la gente con alta sensibilidad es el del agotamiento mental.
Están constantemente reviviendo su último desconsuelo, les supone mucho tiempo
deshacerse de él, volver a estabilizarse. De esta manera, no solo se gesta el
miedo, sino también las fantasías sobre el miedo. Deberían aprender a convivir
con las dos formas de soledad: la que supone el retiro, que es una zona de
confort, y a la que les arroja la huida ante el exceso de angustia, la ansiedad
que viven lejos de los demás que, imaginan, al igual que sus padres jamás
comprenderán su forma de sentir, de intuir, de padecer el mundo, sobreexcitado
de estímulos agresivos. Por eso es tan importante saber que no están solos, y
que los demás entiendan que no pertenecen a este grupo, porque no es la élite
de la sensibilidad, no se trata de algo que nos pueda hacer mejores personas.
Se trata, aquí, como una enfermedad irrenunciable, con la que unos pocos deben
aprender a vivir. El libro ofrece buenas pistas para ponerse a la tarea.
No hay comentarios:
Publicar un comentario