El
camino inesperado
Rebecca
Solnit
Traducción
de Clara Ministral
Lumen
Barcelona,
2025
214
páginas
A
la hora de espolear a la gente para que su voluntad salga disparada hacia un
mundo mejor, la receta la tienen los autores de canciones protesta. Víctor Jara
supera a los intelectuales más sesudos y difíciles de contradecir cuando se
trata de sacar lo mejor de las personas. Lo que nos conmueve tiene que ver con
los afectos y estos responden mejor a los estímulos gozosos, antes que a los
intelectuales. Al fin y al cabo, todos conservamos lo mejor de nuestra adolescencia,
que es esa capacidad de sentir muy cerca a los mejores amigos, aquellos con los
que cantábamos cuando se había escondido el sol, esperando poder seguir así,
inseparables, hasta el alba.
A
este espíritu responden los artículos que se reúnen en el nuevo libro de
Rebecca Solnit (Connecticut, 1961), en el que no aparece la palabra dignidad,
pero sabemos que es lo que está presente a lo largo de todas las páginas. Y se
trataría de un tipo de dignidad política, que tiene que ver con las cosas
buenas. Los pensamientos que va expresando buscan incitar y dar coraje, movernos
desde la compasión hacia el activismo: «Las habilidades de los superhéroes de
la vida real son la solidaridad, las aptitudes estratégicas, la paciencia, la
perseverancia, la visión de futuro y la capacidad de infundir esperanza a los
demás». Busca definir la mejor versión de la democracia, un mundo donde las
diferencias de poder no perviertan los relatos.
«Puedes
seguir caminando tanto si hace sol como si llueve. Cuídate y recuerda que
cuidar de alguna otra cosa es una parte importante de cuidarse a uno mismo,
pues estamos entrelazados con los tres mil millones de cosas que integran esta
prenda única del destino que ha quedado ensuciada y rasgada, pero que se sigue
teniendo, zurciendo y lavando». La idea clave, antes que ninguna conclusión,
tiene que ver con el tiempo. Solnit recuerda constantemente que las
revoluciones sociales se han ido produciendo poco a poco, que han llevado tardado,
pero que el mundo va aceptándolas y en un periodo de diez años, por ejemplo, ha
cambiado el rostro del planeta. «El objetivo no es llegar a ningún lugar, sino conocer
mejor el lugar en el que estás». Para ello, confiesa, b busca trazar un mapa de
los recorridos del cambio por los que se han construido movimientos sociales que
hacen avanzar las ideas, porque no existe un camino directo y la ruta la vamos
diseñando nosotros. Aquí juega un papel clave la memoria, esa parte de los
recuerdos que dictan que existe algo mejor que el caos y la decadencia, y por tanto
sugiere que merece la pena el esfuerzo, aunque no veamos resultados inmediatos:
«Si finges que el futuro está escrito, no tienes nada que hacer».
El
mundo, el futuro, que ella contribuye a diseñar tiene que ver con ideas buenas,
en el mismo sentido en que existen buenas personas, de comunidad. Tiene que ver
con la solidaridad, con la cooperación, con una actualización generosa del
concepto tribu, con la empatía, con la colaboración. Para ello es conveniente
relatar la agresividad de la ultraderecha, que no deja de atenazar las ideas,
muchas veces absurdas, que llevan a la inacción en un mundo construido sobre
una polaridad desigual: «Cuando la tarea de alcanzar la paz recae solamente
sobre uno de los dos bandos, no hay paz que alcanzar y lo que se está planteando
es una rendición unilateral. Se nos dice que es una forma de cooperación, pero,
por definición, cooperar es cosa de dos, y la derecha no tiene absolutamente
ningún interés en cooperar».
«La
gente no ve aquello que no encaja en su visión del mundo», sostiene, advirtiéndonos
contra la ceguera social y política. La memoria, nos recuerda una y otra vez, sobre
todo la memoria que recuerda los cambios dilatados y los patrones que se
modificaron con lentitud, nos da el poder, la convicción, el conocimiento para
abordar la posibilidad de construir un mundo mejor, más sano. Solnit vuelve a
librerías para mostrar que sigue siendo una voz que combina lo mejor de los
intelectuales con lo mejor de las canciones protesta. Solnit es, una vez más,
la mujer que enciende la antorcha en medio de la cueva oscura, cuando creíamos
que ya todo estaba perdido.
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