miércoles, 21 de mayo de 2025

MOVERSE CON EL AGUA

 

Moverse con el agua

Hannah Stowe

Traducción de Rosa Martí

Almayer

Barcelona, 2025

253 páginas

 



Para conocer en condiciones nuestra vida interior es conveniente añadir a cualquier forma de meditación una tomografía computerizada. Uno sabe que lo que entra por los hoyos de la nariz acaba rellenando los pulmones, y que eso puede ser silencio, pero lo que ignora es a qué se debe el maldito dolor que le atraviesa el eje y le impide dormir en condiciones.  Lo primer te invita al descanso, que es lo más parecido a la paz de lo que somos capaces, pero lo segundo te desvela qué te impide esa paz. Como padezcas una estenosis de canal en alguna vértebra, Dios mío, estás condenado. El dolor es muy agudo la lesión tiene soluciones pésimas. Es posible que una vez operado, ese registro de dolor no desaparezca jamás de tu sistema nervioso. Pero sabes que debes seguir aprendiendo a respirar con calma, atendiendo a ese mapa genético que si no te empuja a la aventura personal te empuja a alabar la de los demás, y que es algo más que un consuelo, pues significa que has encontrado a qué hemos venido a este perro mundo.

Hannah Stowe es una joven británica con la columna dañada gravemente, pero con el alma de una gaviota. De hecho, como comunicadora es una mezcla entre David Attenborough y Robert MacFarlane. Una combinación que en este libro que tenemos entre manos, nos atrapa contundentemente. Digámoslo de una vez: Moverse con el agua es una obra maravillosa. Stowe nos desvela o nos recuerda que deberíamos ser puro lirismo de vivir, que son las sensaciones las que nos construyen y no el maldito tiempo de los relojes y los calendarios. Hambrienta de esas sensaciones durante el periodo adolescente, se lanza al mundo exterior: «Quería sentirme intrépida, experimentar la inyección de adrenalina que supone superar tus propios límites, como Amelia Earhart sobrevolando el Atlántico. Quería una odisea propia. Quería explorar, llenas los confines de mi mente con los confines del mundo, volver con cien respuestas y mil preguntas más. Quería cabalgar el viento y nadar en otros mares. Quería especias, color, calor, frío, días largos, noches cortas, el cuerpo dolorido y una mente vertiginosa». Lo que Stowe pretendía, y va consiguiendo. Es escribir sobre el papel del planeta su propio Bildungsroman, aprender a vivir, ser maestra siendo joven, pero maestra para sí. Y nosotros aprendemos con ella a medida que avanzamos en la lectura.

Enamorada de la vida, acaba por descubrir que también el dolor es un maestro: un severo problema de columna vertebral comienza a condicionar su vida y se ve atrapada entre la medicación y las formas de rehabilitarse, siempre con la mirada puesta en el mar. Adaptación, aceptación, rebeldía: todo ello se sucede y va formando parte de la resiliencia de Stowe. Su amor por el mar es incondicional y ahí, ella sabe, está su salvación: «Creo que el mejor sonido que he oído en mi vida es el fuerte soplido de un rorcual común al salir a la superficie».

«—No dejes de aprender, chica. Nunca dejes de aprender. Eso es lo que te envejece. Eso es lo que al final acaba contigo.»

La frase es de un viejo marinero, un tipo que se niega a pisar tierra, porque sabe que toda la verdad está en el mar. Y, mientras nos enseña tanto de lo que va aprendiendo, presta atención a la fauna del mar. El libro se divide en capítulos en los que a la vez que dar testimonio, un testimonio a la vez lírico y épico, nos da lecciones de zoología y etología a partir de el cachalote, el albatros, la ballena jorobada, la pardela, el percebe o el cuervo de fuego. Y también del ser humano. Stowe es capaz de poner en marcha el sueño que todos tuvimos de jóvenes: vivir en una furgoneta camperizada, con tu perro, junto al mar, mientras estudias en la universidad. Y a partir de ahí, seguir navegando, emprender viajes. Estamos frente a un libro sincero y purísimo, una de esas demostraciones de que el entusiasmo sí obedece a su etimología: tener un dios dentro, como lo tenían, a juicio de los griegos, los enamorados o los poetas. Y Hannah Stowe es ambas cosas.

No hay comentarios:

Publicar un comentario