miércoles, 21 de mayo de 2025

CEREMONIA

Ceremonia

Leslie Marmon Silko

Traducción de Noelia González Barrancos

Capitán Swing

Madrid, 2025

280 páginas

 

 


En realidad, solo cabe escribir sobre lo que significa estar viviendo. Para ello, Leslie Marmon Silko (Albukerke, 1948) recurre a lo más extremo: un soldado vuelve a casa tras la Segunda Guerra Mundial, pero resulta que al ser un nativo americano, la casa ya no existe. ¿Qué condena será, pues, la que suceda? Esa condena es seguir viviendo. No hay lugar de reposo, pero sabe que sí lo hubo. Y emprenderá una búsqueda casi sin darse cuenta, en la que los únicos consuelos son historias que van surgiendo aquí y allá, contrapuntos de la cultura de la que se supone que es heredero, en los que intentamos reconocer algo de sabiduría. Escrita a mediados de los años setenta, cuando ya se sabía que en literatura valían las formas experimentales tanto como las tradicionales, Ceremonia llega a nuestros oídos como el relato oral de un anciano que habla a la familia, en las que se permite incluso algún roce con mundos oníricos: «Los sueños ya no esperaba a que llegara la noche, se presentaban en cualquier momento». La estructura de la obra es sencilla y nos remite a la picaresca o a la aventura clásica: a medida que va desplazándose al protagonista le van sucediendo una serie de encuentros.

Pero el punto fuerte de la novela es la capacidad de mantener a lo largo de todas las páginas la sensación de que el relato está ahí desde el principio y será lo único que nos quede cuando todo se haya derrumbado: «porque ninguna palabra existe por sí sola, y la razón para escoger cada una debía ser explicada con una historia sobre el porqué de decirla de esa forma concreta». La etimología vital como recurso contra los miedos de quien padece un trastorno de estrés postraumático: «Era él, Tayo, quien había muerto, pero, no se sabe cómo, se habían equivocado con los cuerpos y, por alguna razón, él seguía sin enterrar». A la hora de la verdad, cuando uno se echa al camino para intentar encontrar su lugar en el mundo, los recuerdos pueden ser una molestia, un impedimento, pues difícilmente algo será tan grato, al instante, como lo mejor de lo vivido. Las condiciones que van saliendo al paso a nuestro protagonista permiten hasta volver a creer en la brujería que, según dicta entre su gente, creó a la gente blanca.

Frente a toda la tentación de derrumbe que transmite la evolución de la novela, incluida esa versión del mal extremo que es la colonización, se extienden unos paisajes que nos van construyendo. De hecho, contribuyeron a construir toda una cultura, la nativa de América del norte, que en la obra está arrojada a vivir en entornos diferentes, en los que tratan de reconocer los mismos lugares y detalles que ayudaron a ser quienes son. El problema es que ese contraste entre lo que uno busca y lo que uno encuentra, puede conducir a la neurosis. No se puede vivir igual cuando el lugar es diferente. Lo único que cabe es intentar guardar la compostura, que en las formas narrativas es la forma más fácil de identificar nuestra figura con la de alguien que conserva la dignidad. Estamos frente a un antihéroe que podría llegar a ser uno de los grandes clásicos de este tipo de personajes, alguien a quien la vida le domina. De ahí ese punto romántico, a la par que existencialista, que tiene esta novela, en la que las circunstancias sociales y políticas son extremas, tanto como para asfixiar. Y, a pesar de ello, hay que empeñarse en seguir respirando, confiando en que en algún momento vendrán tiempos mejores.


Fuente: Zenda


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