Ceremonia
Leslie
Marmon Silko
Traducción
de Noelia González Barrancos
Capitán
Swing
Madrid,
2025
280
páginas
En
realidad, solo cabe escribir sobre lo que significa estar viviendo. Para ello,
Leslie Marmon Silko (Albukerke, 1948) recurre a lo más extremo: un soldado
vuelve a casa tras la Segunda Guerra Mundial, pero resulta que al ser un nativo
americano, la casa ya no existe. ¿Qué condena será, pues, la que suceda? Esa
condena es seguir viviendo. No hay lugar de reposo, pero sabe que sí lo hubo. Y
emprenderá una búsqueda casi sin darse cuenta, en la que los únicos consuelos
son historias que van surgiendo aquí y allá, contrapuntos de la cultura de la
que se supone que es heredero, en los que intentamos reconocer algo de
sabiduría. Escrita a mediados de los años setenta, cuando ya se sabía que en
literatura valían las formas experimentales tanto como las tradicionales, Ceremonia
llega a nuestros oídos como el relato oral de un anciano que habla a la familia,
en las que se permite incluso algún roce con mundos oníricos: «Los sueños ya no
esperaba a que llegara la noche, se presentaban en cualquier momento». La
estructura de la obra es sencilla y nos remite a la picaresca o a la aventura
clásica: a medida que va desplazándose al protagonista le van sucediendo una
serie de encuentros.
Pero
el punto fuerte de la novela es la capacidad de mantener a lo largo de todas
las páginas la sensación de que el relato está ahí desde el principio y será lo
único que nos quede cuando todo se haya derrumbado: «porque ninguna palabra
existe por sí sola, y la razón para escoger cada una debía ser explicada con
una historia sobre el porqué de decirla de esa forma concreta». La etimología
vital como recurso contra los miedos de quien padece un trastorno de estrés
postraumático: «Era él, Tayo, quien había muerto, pero, no se sabe cómo, se
habían equivocado con los cuerpos y, por alguna razón, él seguía sin enterrar».
A la hora de la verdad, cuando uno se echa al camino para intentar encontrar su
lugar en el mundo, los recuerdos pueden ser una molestia, un impedimento, pues
difícilmente algo será tan grato, al instante, como lo mejor de lo vivido. Las
condiciones que van saliendo al paso a nuestro protagonista permiten hasta
volver a creer en la brujería que, según dicta entre su gente, creó a la gente
blanca.
Frente
a toda la tentación de derrumbe que transmite la evolución de la novela,
incluida esa versión del mal extremo que es la colonización, se extienden unos
paisajes que nos van construyendo. De hecho, contribuyeron a construir toda una
cultura, la nativa de América del norte, que en la obra está arrojada a vivir
en entornos diferentes, en los que tratan de reconocer los mismos lugares y
detalles que ayudaron a ser quienes son. El problema es que ese contraste entre
lo que uno busca y lo que uno encuentra, puede conducir a la neurosis. No se
puede vivir igual cuando el lugar es diferente. Lo único que cabe es intentar
guardar la compostura, que en las formas narrativas es la forma más fácil de
identificar nuestra figura con la de alguien que conserva la dignidad. Estamos
frente a un antihéroe que podría llegar a ser uno de los grandes clásicos de
este tipo de personajes, alguien a quien la vida le domina. De ahí ese punto
romántico, a la par que existencialista, que tiene esta novela, en la que las
circunstancias sociales y políticas son extremas, tanto como para asfixiar. Y,
a pesar de ello, hay que empeñarse en seguir respirando, confiando en que en
algún momento vendrán tiempos mejores.
Fuente: Zenda
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