jueves, 25 de julio de 2024

LONG ISLAND

 

Long Island

Colm Tóibín

Traducción de Antonia Martín

Lumen

Barcelona, 2024

324 páginas

 

 


Uno siempre desea que su alma se transforme en una brisa con calma, pero el exterior es siempre más fuerte que la propia sangre y es capaz de inventarse más sorpresas de las que podemos comprender. Eso le sucedía a la protagonista de Brooklyn, la excelente novela de Colm Tóibín (Enniscorthy, Irlanda, 1955) que estaba reclamando una segunda parte, porque no es posible cerrar una vida. Sólo las películas tienen final, y también las novelas, pero aquí no hablamos de un género con su trama y su ficción, sino de una representación de la realidad. Y la realidad no se termina nunca. Long Island es una historia donde se reencuentran los personajes de Brooklyn veinte años más tarde y vuelve a castigarlos con una vuelta de tuerca. Eilis está casada con Tony Fiorello y tienen una hija a punto de entrar en la universidad y un chico adolescente. Pero toda aquella felicidad, aquellas aventuras emocionales que sirvieron para que ella aprendiera a colocar las cosas en su sitio, y creyera encontrar la brisa en calma, no son capítulos cerrados. No existe el «y vivieron felices». Esa es la maldición de la realidad. Hay pesadillas de diversa calidad, también en la vigilia. Tony ha dejado embarazada a una clienta y el marido amenaza con entregarles al bebé para que lo críen. Será Eilis quien reciba la noticia, en voz del marido, y en consecuencia se cuestione sus amores y las lealtades.

Sabemos que el libro va a contener los temas que estuvieron presentes en la obra anterior: la inmigración y sus connotaciones, la identidad y el síndrome de Ulises, el mestizaje, las raíces frente a la innovación necesaria, adaptativa. Pero si en Brooklyn se resolvía a favor de lo que parece ser más complejo, por lo insoportable que resulta la falta de intimidad, en Long Island el debate tendrá lugar, mayormente, en el sitio donde se sintió rechazada nuestra protagonista. Eilis regresa a la Irlanda rural, cotilla y aislada, de la que partió por ser capaz de observar las miserias desde el exterior. Y allí vuelve a sentir la posibilidad de enamoramiento, otra vez con la misma persona de la que dudó años antes. La novela contiene realismo social, un soberbio conocimiento de los sentimientos que se expresan a través de actitudes y acciones, y un estilo sencillo, que podría referirse a una novela romántica, así dispuesto para facilitar la inmersión de los lectores en el texto. Aunque su punto más fuerte son las perplejidades a las que nos enfrenta, los contrastes entre diversas formas de intimidad y de anonimato, que aquí resultan imposibles. En medio de estas batallas, Eilis trata de resistir contra un destino que la supera, trata de tallar alguna forma de futuro que le resulte digna.

Tóibín narra sin vacilaciones, sin divagar, sin que su narrador se entrometa, pero mostrándonos quiénes son los personajes; y los personajes son, fundamentalmente, en relación con los demás. Somos lo que provocamos en los otros. Hay atracciones y repulsiones, hay encuentros y desencuentros. Y hay mucha incertidumbre, ese tipo de emoción que al lector le empuja a decirle a los personajes que parece mentira que no se den cuenta de lo que les está sucediendo, porque se asemeja a situaciones que a cualquiera pueden habernos sucedido. O a cualquiera que viviera en la época en que está ambientada la novela, el año 1976, cuando las distancias se significaban en kilómetros y eso le permitía a uno reinventarse poniendo tierra de por medio. Siempre y cuando fuera capaz de manejar a sus fantasmas, cosa que aquí vemos como imposible no sólo de piel para adentro.


Fuente: Zenda

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