La maldición de Lono
Hunter
S. Thompson
Traducción
de Jesús Gómez Gutiérrez
Sexto
Piso
Madrid,
2016
204
páginas
He
aquí la referencias que justifican toda una vida: el boxeo y la sangre en la
nariz, las peleas de gallos y los espolones de las apuestas; el alcohol,
preferentemente el whisky, combinado con cualquier cosa que uno pueda meterse
por la nariz hasta tener el tabique de platino; las enfermedades raras y la
visión de las enfermedades raras, es decir, las que están a flor de piel,
incluidas las venéreas, y también las que afectan al estómago y provocan
vómitos en los baños del hotel; las cucarachas que se esconden cuando uno
enciende la luz de los baños del hotel, los revólveres, los travestis, las
luces de neón. Y un largo etcétera que compone o contamina, según la mirada con
que uno lo interprete, los escritos de Hunter S. Thompson (Kentucky, 1937 –
Colorado, 2005). Se trata, en definitiva, de prestar atención a cualquier cosa
que se esté degradando. Lo que no está en pleno proceso de fermentación, no
merece figurar en sus párrafos. Esa es la elección de Thompson y a ese
reportero, bañado en realismo sucio, es a lo que nos enfrentamos. Pero uno debe
ser consciente de que el mundo no se acaba en los límites de las páginas
mientras lo lee. Thompson lo sabe, sabe que el lector conoce muchas otras
cosas, de ahí que sean válidas sus licencias, sus referentes, la selección de
sus recuerdos.
Más
moderado que en otras ocasiones, Thompson se embarca en un viaje para cubrir la
maratón de Honolulú, y aprovecha para tomarse unas buenas vacaciones con todos
los gastos pagados. La invitación incluye plaza para otra persona, el dibujante
Ralph Steadman, que acudirá acompañado de su familia. A Steadman no le quedará
más remedio que adoptar la postura del compañero gruñón, pues el viaje toma
cada vez tintes más excéntricos y poco aptos para una sensibilidad no habituada
a los chistes de la barra de bar de una penitenciaría. Si es que en las
prisiones existen bares. Lo que sucede es grotesco, al filo de lo real, con un
desfile de personajes con aspecto de encontrarse fuera de lugar, aunque también
lo estarían en cualquier otro lugar del planeta. Que Thompson preste atención a
este género de personas, se traduce en algo que podríamos llamar halitosis
literaria. Pero Thompson puede ser desagradable, aunque, insistimos, en este
libro mucho menos que en otros, pero nunca deja de ser sincero. Como siempre,
su obra va construyendo un manual acerca de cómo sobrevivir entre gente que se
cree vividores porque hablan con palabras gruesas y se enchufan mescalina o
drogas de diseño, pues de ninguna otra manera sienten emociones. Y o uno se
emociona, o está muerto. Estos rendidos deudores de un actualizado dios
Dionisio tienen su moral, sí, una moral de marihuana en la que se puede presumir
de que sobra la sabiduría.
Pero
mientras tanto, contra viento y marea, en el sentido más literal del término,
Thompson se empeña en prolongar su estancia en las islas con la única intención
de poder salir a navegar. Aguanta tifones y tarados que sienten que eructar les
produce sensación de libertad, hasta el punto de que en alguna ocasión intentan
hacer una parrillada en medio de una tormenta en el mar. Empeñado en ese
fenómeno de la pesca de grandes peces, como el pez espada, una actividad a
medio camino entre el deporte y lo comercial, pasa semanas y semanas de pereza
que le sirven para escribir este libro. Al mismo tiempo, lee e incrusta, a modo
de espejo, escritos sobre la llegada del capitán Cook a las islas. Y,
recordemos, los nativos creyeron ver en el capitán Cook a la reencarnación de
Lono, su antiguo gran rey. Leyendo a Thompson uno no puede evitar preguntarse
si le interesa la vida de los imbéciles. Una cuestión que el propio Thompson
también se pregunta: ¿por qué a la gente le interesa la vida de un idiota?
Thompson lo solventó todo quitándose la vida. Pero nos dejó unas cuantas
páginas de periodismo gonzo que no son un mal recurso para hacer tabla rasa con
la estupidez y entender que vivir es necesario, pero mejor de otra manera.
Fuente: Culturamas
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