martes, 3 de octubre de 2017

EL DESCONSUELO DE LOS INSUMISOS

Fuente: Culturas/Tribuna

El desconsuelo de los insumisos
Malika Mokeddem
Traducción de Pilar Jimeno Barrera
El Cobre
Barcelona, 2006
191 páginas
17 euros

Un cosmos de valor personal


Malika Mokeddem representa esos valores femeninos a los que no supone ningún esfuerzo elogiar. Nacida en una aldea argelina, ha luchado por la emancipación de la mujer, contra la tiranía de una sociedad estrecha que impide la libertad, o al menos la libertad de elección. Uno nunca ha tenido claro que existan valores absolutos, o al menos no tan claro como parece tenerlo Malika, y como demuestra tenerlo en cada frase de este libro autobiográfico. En El desconsuelo de los insumisos, nos relata los episodios de su vida en los que la lucha por la dignidad humana, representada en ella misma, fueron más complejos, más dolorosos, hasta el punto de llevarla a considerarse a sí misma como una superviviente, por un lado, y por otro a pagar el precio del exceso de soledad, incluso pese a trabajar en una consulta médica para inmigrantes magrebíes en Francia. Es cierto que no se puede dejar de valorar el espíritu de Malika, pero sí cabe cuestionar su literatura, o al menos la demostración literaria que hace en este libro.
Posiblemente se encuentre cayendo en un error bastante común en ciertos textos autobiográficos, como es el de considerar que la propia vida es lo bastante impresionante de por sí como para que el lector se deje caer en los brazos de cada frase, de cada párrafo. Y lo cierto es que impresionar no es lo mismo que tener algo que contar, y mucho menos que saber cómo debe contarse aquello que uno pretende decir. De ahí que Malika caiga con frecuencia en la autocomplacencia, en un ejercicio a veces autocompasivo en el que la frase corta pretende cargarse de lirismo al tiempo que de potencia. Esta manera que tiene de relatar, directa, expresando lo que quiere expresar, deja en el aire una meditación irresoluble, aquella que pretende encontrar vínculos entre la humildad y la literatura. Lo más fácil será exponer algunos ejemplos para aclarar esta idea: cuando divaga con cierto tono intelectual le sale expresiones tipo: “Los postulados de las revistas médicas martillean sin cesar en mi cabeza los clichés que comparan el sueño a bordo de un barco con el bienestar del feto en el líquido amniótico. Nunca he creído en ese concepto de bienestar fetal. Incluso me parece de lo más sospechoso y con tufo a moralina”. La imagen que expone de sí misma es de esta índole: “Pocos son los que consiguen liberarse, los que ponen todo su empeño en emanciparse. Los que se enfrentan a todo tipo de garras, a los peores perjuicios. Como yo”. O la reflexión sobre los méritos de su obra contiene argumentos del estilo de: “En un texto que data de aquella época escribí: …se atropellan las palabras del silencio, las palabras de todas las ausencias. Me asestaron una brutalidad saludable. Me dejaron ebria y desamparada”. La forma en que habla de su infancia es bastante significativa: “En pocos minutos, todo el mundo estaba de pie. Menos yo, que me hacía un ovillo en el jergón con la vana esperanza de que se olvidasen de mí y pudiera robar un poco más de tiempo”.
Malika dispone su texto en dos corrientes que se alternan. La primera referida a la infancia y adolescencia en Argelia, trayendo a la memoria a su madre tirana y a su abuela cariñosa, además de su brega por sacar adelante unos estudios. La segunda corriente sucede en la actualidad, en Francia, y nos habla sobre el precio pagado por su dedicación y compromiso intelectual, desde el fracaso de la convivencia a la violencia integrista. Malika Mokeddem es, sin duda, una mujer excepcional, porque sin duda se trata de una excepción, como nos deja bien claro en cada línea. El problema es que ser un individuo tan especial porque uno lo dice, y no porque se lo demuestra al lector, va mellando los valores artísticos de una obra. Dicho de otra manera, provoca que un texto como este no sea excepcional. Como era de desear. Como pretende Malika.

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