Después de Troya
AA.VV.
Edición
de Antonio Serrano Cueto
Menoscuarto
Palencia,
2015
222
páginas
17,50
euros
Después
de la victoria, la paz
Si
los lugares no señalados en ningún mapa son los únicos lugares verdaderos, como
decía Melville, las historias que no figuran en ninguna realidad son las únicas
historias reales. Ese es el campo de la mitología. Esa es su victoria. Y
después de esa victoria, queda la paz que da una cierta sabiduría al contemplar
el paisaje desde lo alto, al ver el conjunto completo de sus significados o de
sus posibles significados. O de lo que pudieron haber sido, de lo que no existe
pero quisiéramos que hubiera existido,
pues nos ayudaría a entender la existencia con mucha más sencillez. A partir de
este planteamiento surgen tantos y tantos relatos y novelas que reculan hasta
la esencia de la mitología y la traducen para el hombre contemporáneo. Los más
dichosos son aquellos que nos muestran otro punto de vista, generalmente el del
monstruo que no es tal en toda su alma, o el del perdedor que vence, o el de
las interpretaciones del amor de una u otra parte.
Antonio
Serrano Cueto recopila aquí una serie de microrrelatos escritos por autores
hispánicos de distinta procedencia. A nombres consagrados y todavía vivos o de
inevitable mención, como José María Merino, Gustavo Martín Garzo, Andrés
Neuman, Borges, Arreola, Juan José Millás, José Emilio Pachecho, José Jiménez
Lozano, Pérez Zúñiga, Augusto Monterroso o Cortázar, se unen, felizmente, otros
por descubrir para muchos lectores. El espíritu de recuperar una herencia se
canaliza a través de la imitación y reinvención de mitos venerados e
interpretados ya hasta por el psicoanálisis. A ello se une la intención de la
brevedad, incluso de la excesiva brevedad, que supone un carácter intertextual
en las narraciones. Se reactivan así los símbolos grecolatinos de manera que
sean válidos para nuestra época, a la que, aparentemente por necesidad de
combatir los tiempos modernos, se les añaden tintes paródicos, serios pero paródicos,
subvertiendo el legado grecorromano. Los proyectos literarios a que nos
enfrentamos se someten a dos fuerzas contrapuestas: una que nos devuelve a casa
y otra que nos aleja de ella; una con la que estamos familiarizados, otra que
nos sorprende.
Sobra
enunciar en extenso los motivos recurrentes –sirenas, minotauros, metamorfosis,
gorgonas, amazonas, Pigmalión, incestos, la Odisea, etc.-, en los que las
victorias representaron en su día las de un pueblo, encarnado en el héroe. Los
amores siempre son extraños y las muertes trágicas. A los que se añaden las
fábulas y los bestiarios, los filósofos que a su vez son un mito y las
paradojas que ellos crearon. Serrano Cueto organiza los textos en siete
apartados: la ruta homérica, las pruebas del héroe, amores insólitos, el poder
de los dioses, geografía mítica, animalario y logos. A partir de aquí sólo
queda sentarse y disfrutar de diversas escenas, de bromas sexuales, de la
necesidad de la mitología cuando somos niños, del reconocimiento de nuestro
origen, de la metaliteratura, de la traducción a lo mundano como deseo del
mito, de la conveniencia de mestizaje cultural representada en el mestizaje de
mitologías, de los cambios de punto de vista para comprobar la calidad del buen
corazón del villano, de los retratos románticos de los monstruos, de los
desengaños respecto a los tópicos heredados, de la degradación irónica del
héroe y de lo heroico que es renunciar a ser un héroe, de los autores
escondidos de las hazañas, de la imperiosa presencia del bien y el mal para
reconocer el bien y así dar continuidad al mito, de juegos malabares con el
ingenio, del sufrimiento de las bestias, de los laberintos reales como más
terribles que los mitológicos o de la humanización de los dioses en temas de
amor, que también podría ser la divinización del hombre en asuntos de sexo.
Fuente: Quimera
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