lunes, 14 de octubre de 2024

LOS VULNERABLES

 

Los vulnerables

Sigrid Nunez

Traducción de Mercedes Cebrián

Anagrama

Barcelona, 2024

200 páginas

 



Hacia el final de esta obra, Sigrid Nunez (Nueva York, 1951) afirma que «Hoy en día, el escritor me parece cada vez menos un artista creativo y más un político: siempre evasivo, obsesionado con la interpretación». Estamos frente a un libro saturado de reflexiones acerca de la creación literaria, en el que las citas son frecuentes, pero aparecen de modo que a lo que nos incitan es a buscar la obra de la fuente de la que llegaron, la obra de novelistas, cuentistas y poetas, los que más han influido en la literatura de la propia Sigrid Nunez. Como novela, pues es así como se nos presenta, Los vulnerables podría ubicarse dentro de ese pequeño subgénero que son las novelas de situación: el confinamiento obliga a la convivencia de unas pocas personas que de otro modo raramente se hubieran relacionado, no cabe buscar tramas. A estas personas cabe añadir un loro, animal cuyo simbolismo revela las intenciones metafóricas de la autora: se trata de un ave silvestre, que también ha aprendido a convivir con los humanos, y es capaz de reproducir sonidos que imitan la comunicación, lo cual nos lleva a preguntarnos hasta dónde llega la capacidad natural de comunicarse.

Frente a estas dudas acerca de la comunicación, Nunez desarrolla una obra que en su mayoría sucede dentro de la cabeza de la narradora, que parece compartir buena parte de las filias y fobias de la propia Nunez. Hablaríamos de autoficción si el término no nos incomodara tanto como incomoda a la autora: «Una lección objetiva sobre la autoaceptación y cómo sentirse cómodo con quien eres» es un principio que da la sensación de estar reñido con eso de reinventarse y justificar en la invención al personaje que creas, generalmente a favor del que narra. En ese sentido, debemos elogiar la sinceridad con que comienza la obra, creando al personaje que más nos importa, al narrador, en una presentación que nos habla de una personalidad diletante, digresiva, culta y preocupada por el hecho de pensar. De hecho, hasta los momentos de diálogo se construyen, en la narración, como si fueran parte de este monólogo que ella mantiene, lleno de dudas, lleno de instantes de aprendizaje. Y mientras construye sus pareceres, en constante modificación, va relatando algunos de los instantes más significativos de su pasado. Todo está en función de un objetivo muy claro: desvelar, hasta donde pueda con sus limitaciones, en qué consiste la condición humana. Y sin perder de vista que la condición humana es un océano, cuya única tabla de náufrago sobre la que navegar se construye con los restos que quedan de uno después de poner su corazón al desnudo.

«No soy supersticiosa, No creo en los espíritus. Y, sin embargo, el consuelo era real». La cita nos sirve para acercarnos a las intenciones de la autora, que son también sensoriales: estamos frente a alguien que no es que no sepa discernir entre pensar y sentir, sino que cree que probablemente se trate de la misma cosa. Se observa la realidad, que en este caso es lo que tenemos a nuestro alrededor, con sensibilidad, para luego buscar las palabras y reproducirlas escribiendo. En realidad, Sigrid Nunez se nos está mostrando como alguien que necesita ser diletante, culta, digresiva y que necesita pararse a pensar, a sentir o a explicar los sentimientos. Se nos está definiendo en qué consiste el impulso creativo y para ello se vale de los contrastes, pues convive con alguien muy diferente, en el aspecto generacional, a ella, remitiendo, constantemente, a la condición humana en tanto que somos seres sociales, somos personas cuando nos relacionamos. Esto hace de la obra un libro hermoso.


Fuente: Zenda

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