Fieras familiares
Andrés Cota Hiriart
Libros del Asteroide
Barcelona, 2022
291 páginas
Lo más que podemos hacer
es escribir un pie de pagina en esta historia abocada al desastre. El colapso
es inevitable, pero seguimos comportándonos como animales que bailan en verbenas.
En realidad, buena parte de la culpa no la tiene el individuo, que se comporta
civilizadamente, apagando la luz para no consumir cuando no está en la
habitación. En realidad, sigue siendo cierto que caga más un buey que cien
golondrinos, y que apenas podemos hacer otra cosa que no sea ralentizar la
marcha de este Titanic que va directo a estrellarse contra un iceberg. Mientras
tanto, nos queda el refugio de esta buena gente que pone toda su voluntad en
divulgar la belleza que todavía conserva un planeta, aunque para ello tenga que
refugiarse en una cocina a cazar una lagartija que se ha colado en casa, o
emprender un viaje a un lugar lejano para comprobar que no ha fallecido en
último árbol de su especie.
En este grupo de personas
hoy destaca Andrés Cota Hiriart (Ciudad de México, 1982) a quien comparan en la
promoción de sus Fieras familiares con Gerald Durrell. Y esa
comparación, debemos decirlo de entrada, se ajusta al caso. Cota Hiriart no va
a decepcionar a quienes disfrutaron de Mi familia y otros animales.
Gerald Durell fue un maestro en el amor a la naturaleza, en la pasión por el
viaje y en la entrega de divulgación científica con humor, y su estela es la
que sigue con éxito este autor mexicano.
«Valgan pues estos tropiezos faunísticos como el testimonio de
un joven naturalista que tuvo la oportunidad de conocer el mundo silvestre
segundos antes del apocalipsis; en el peor de los casos, quedarán como un
modesto vestigio de ese flujo de biodiversidad en el que estábamos embebidos y
que no supimos apreciar».
El libro se divide en dos
partes, la primera de ella dedicada al aprendizaje de un joven naturalista, y
la segunda al desarrollo de grandes viajes. Comenzaremos a conocer su pasión a
través de las experiencias con reptiles, desde muy joven, y esos terrarios que iba
construyendo en la casa de su madre. Nos narrará experiencias sorprendentes,
porque parecen accidentes domésticos, pero muy pocas personas tienen accidentes
domésticos con serpientes de cuatro metros mientras su madre está en la ducha con
su pareja, con una distancia en la que el humor nos permite la cercanía humana
y contemplar el cuadro completo. Y así va confesando cómo es su formación, su
crecimiento, regido por el afán de convertirse en herpetólogo. Luego viajaremos
con él a alguno de los lugares donde la naturaleza es un emblema, delicada, sí,
pero un emblema, como las islas Galápagos o Sulawesi. Allí asistiremos a la
búsqueda de alguna especie cuya existencia es parte de ese pie de página en un
mundo en demolición, lo cual otorga al libro el punto romántico que le hace
falta: ojalá pudiéramos salvarlo tomando como balsa de náufrago el cariño a la
naturaleza, la aspiración a respetar lo bello, que es lo bueno.
Volver a Instagram, a las
plataformas de entretenimiento, al WhastApp y otras aplicaciones, a los videojuegos
o al asfalto, tras leer obas como estas Fieras familiares, y darnos
cuenta de qué es lo que estamos eligiendo, puede ser deprimente. Lo mejor sería
quedarse dentro de la obra, formar parte de esa sonrisa salvífica con que está
escrita.
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