Secuestrado
Robert
Louis Stevenson
Traducción
de Catalina Martínez Muñoz
Alba
Barcelona,
2018
285
páginas
El
título siempre ha sido engañoso: el protagonista de esta novela de aventuras,
con todo lo que ello supone y atravesada por el mejor narrados de la historia,
sufre un secuestro, sí, pero la esencia de la novela no está ahí. En realidad,
el secuestro desencadena los mejores actos que definen la aventura, que
coinciden con los que se muestran en los juegos de la infancia: correr y
esconderse. David Balfour y su acompañante, un noble pendenciero, valga el
oxímoron, corren por las tierras de Escocia sobreviviendo a situaciones
extremas. El clima no acompaña, ni las gentes. Es una novela en la que se nos
habla de la gestación de una amistad. Es un Bildugsroman,
una novela de crecimiento, en la que el protagonista va abandonando la
adolescencia para adentrarse en lo que viene a continuación. Es un nuevo
ejercicio magistral de oratoria narrativa y termina siendo, cómo no, un lamento
por los amigos que uno deja atrás, por los que nos acompañaron en los malos
tiempos.
La
vida no ha sonreído al joven Balfour, huérfano de ambos padres muy joven y al
que nada le ata a su aldea. Así, con apenas algo de dinero y no más ropas que
las puestas, se encamina a Edimburgo, donde se supone que debe acogerle un
familiar, un tío que resulta tener muy malas pulgas. De hecho, es él quien
gestiona el secuestro para quitárselo de encima. A partir de entonces, la
novela será un itinerario en el que no faltan los naufragios, ni las luchas con
espada, ni la intriga, ni las apariciones en último momento para ser
rescatados. Balfour conocerá a un experto en el mundo de la supervivencia, que
será su mentor a la hora de conocer a fondo la aventura. Junto a él va
aprendiendo a conocer la condición humana y a distinguir entre el bien y el
mal, en el sentido más ingenuo del término. Y el más ingenuo resulta ser,
también, el más sabio.
Otros
personajes les acompañarán y representarán las distintas caras de la tragedia y
de la comedia. Como en una obra de teatro, aparecen retratados desde el primer
momento por sus gestos y sus palabras. Aunque en esta ocasión Stevenson
convierte a su tierra natal, Escocia, en otro personaje. La dureza de la
supervivencia en las tierras altas, y el entorno hostil, en el que un jacobita
con espada no es bienvenido entre los protestantes, determinarán la suerte de
los protagonistas. A pesar del viento y las mareas, Balfour y Alan Beck se
empeñan en escribir su suerte. Esa intención de vivir es lo que define a la
aventura. Se puede escarbar mucho en la novela, hablar de los contrastes de
caracteres, que hacen brillar con luz propia a cada uno por separado, por ejemplo.
Se podría mencionar la amistad, que es un tema que lleva aparejado el recuerdo
de la felicidad, pues el narrador de la historia es el propio Balfour
rememorándola, y el lamento por la pérdida de esa felicidad, que jamás se
produce cuando las condiciones son de confort supremo. Todos hemos lamentado
los tiempos duros, cuando la pureza campaba a sus anchas porque no había
escollos vulgares que salvar. Pero lo hemos hecho de la manera en que lo
representa Stevenson en boca de Balfour: a través de un relato que se parece
tanto como somos capaces de reconstruir con la memoria. Lo que hace de
Stevenson un autor tan grande es esa empatía a través de la imaginación. De
nuevo nos llega otro libro para nuestra biblioteca particular de ineludibles.
Una de las mejores novelas de la historia.
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