Material sensible
Neil
Gaiman
Traducción
de Laura Fernández
Salamandra
Barcelona,
2016
396
páginas
Hubo
una época dorada en la que la única luz que entraba en las noches de los
adolescentes era a través de las páginas de los cómics. Las pantallas de
televisión eran potestad del jefe de la manada y allí solo se veían los
telediarios porque ver demasiado la televisión te volvía más tonto. Eso
afirmaba el padre que veía los telediarios, que son la mayor fuente de
estupidez de la programación televisiva, al margen de las películas de Chuck
Norris, claro está. Pero en esa época los momentos dorados para los adolescentes
sucedían cuando abrías esos cómics por la noche, ese CIMOC, Comix, Zona 84,
CreepShow que te llevaba a un mundo de fantasía y que ya había sido manoseado
por varias manos de tus compañeros de instituto. Para aquellos que vivieron esa
etapa, este Material sensible, obra
de uno de los mejores guionistas de cómics de todos los tiempos, supone un
enternecedor viaje al pasado. Para los demás, una brecha hacia una época que
estuvo muy bien vivir, una vuelta de tuerca a los mundos de la ciencia ficción,
de los cuentos de hadas, del terror y de cualquier versión de lo fantástico.
Neil Gaiman, al igual que en sus cómics, nos trae la atmósfera del desasosiego
en esta modernización de mitos y leyendas.
Conoce
a la perfección la importancia de una buena estructura y de la gestión de la
intriga. A partir de ahí, en lugar de proponerse meter todo el género de la
fantasía, entendida en su mejor grado, como una piedra que cae en el estanque
para generar ondas que se esparcen poniendo en marcha los mecanismos del cerebro,
dedica unas pocas relaciones en cada cuento. Relaciones o intertextos, si es
que queremos enunciar el conocimiento que posee de las leyendas. Nos puede
sorprender con el laberinto y la noche y la luna y los lobos y el fantasma que
nos guía, o con alguien con voluntad suficiente como para intentar volver la
realidad a su favor, ignorando que se aferra a una fantasía adolescente. El
mar, o la mar, comparten maternidad con la madre, o el antihéroe, el enano, el
hombre frustrado, se adentra en la gruta buscando oro y resolviendo que la
codicia implicará la traición de su acompañante. El alzehimer, se supone, solo
te permite ciertos recuerdos vividos, de ahí la extrañeza que puede producir la
memoria del mundo perdido de Conan Doyle. Sherlock Holmes, otra creación de
Conan Doyle, es fondo de pantalla en un relato sobre cómo se gestan las
intrigas que luego él deberá resolver. No falta la abducción extraterrestre en
forma de respuestas a un interrogatorio, ni una serie en la que demuestra que
la brevedad supone intensidad, nos traslada a mundos tan absurdos como
familiares. Tampoco el homenaje a Ray Bradbury, a través de una demencia senil
de quien leyó casi todos los libros. O las acciones paralelas durante
secuencias temporales divergentes, o el relato de terror con niño casi
maléfico, los viajes en el tiempo, las mil y una noches, la Caperucita en el
barrio de prostitutas o la bendición del hada malvada, que condenando a la
princesa al sueño la libró de la muerte. Todo un catálogo que hará las delicias
de los fans de ciertos géneros, y servirá de puerta de entrada para quienes
todavía no los habían descubierto. Damos la bienvenida a estos últimos.
Fuente: Culturamas
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