¿Cómo
recordar la sed?
Nona
Fernández
Minúscula
Barcelona,
2024
80
páginas
La
extraña interrogación con que se titula esta obra es creación de Chris Marker: «Nos
recordamos / reescribimos la memoria / como se reescribe la historia. / ¿Cómo
recordar la sed?». No es casualidad que Nona Fernández (Santiago de Chile,
1971) elija como epígrafe los versos del francés, a quien se le atribuye la
invención del documental subjetivo: el detonante para comenzar a escribir es
que se cumplan cincuenta años del golpe militar en Chile, pero las intenciones confesas
serán la traslación de impresiones. Nada de referencias de carácter más o menos
histórico, más o menos periodístico. De lo que se trata es de transmitir que la
vida, nuestra vida, ha cambiado. Y eso sólo se puede hacer emocionalmente.
Este
texto breve busca la conciliación interior a través de un carácter poético, el
que se le puede atribuir a la memoria cuando busca la conciliación para quien
la ejercita serenamente. Se comenzará con un montón de preguntas acerca de las
intenciones que puede tener quien pone en marcha un mecanismo tan humano para garantizar
la transmisión de un hecho social: ¿Cómo se escribe la historia? De entrada, a
partir de ciertas imágenes, que nos enfrentan a la destrucción y al desastre.
Vemos el Palacio de la Moneda convertido en un fantasma y se nos habla de
destrucción sin arrojarnos odio. Estamos frente a un lamento, eso que nos
indica cuál es la ruta por la que camina la tristeza. Hemos visto documentales
y hemos leído libros, hemos seguido el rastro de las fotografías y hemos
charlado con mucha gente. Pero ¿cómo se organiza toda esta información y cómo
debemos valorar las voces? Y, sin embargo, no dejamos de tener testimonios
haciendo remolinos dentro de nuestra cabeza. Y junto a esos testimonios, están
las buenas ideas, como la que nos dictaba que se abrirán las grandes alamedas.
En buena medida, este ¿Cómo recordar la sed? participa del espíritu de
la canción protesta, como un heredero tranquilo y orgulloso, hasta el punto de
cuestionarse si la historia no tiene también silencios y qué significan éstos.
El
11 de septiembre de 1973 supuso un antes y un después que afecta a un
territorio más extenso que el propio Chile, pero aquí no se trata de hacer un
análisis geopolítico, de volver a denunciar a los Chicago Boys o de
hablar de desaparecidos y asesinados. ¿Quién nos da la llave de la historia? A
la hora de la verdad, nuestra historia es como nuestra memoria, es breve y no
tiene fin, por mucho que aparente tener un inicio. Por todos lados se esparcen trozos
de escombros, como los del Palacio de la Moneda que van apareciendo aquí y allá
a lo largo de este texto. Por otra parte, está la voluntad y está el deseo, que
intervienen en la interpretación de la historia, esa que comienza por la
construcción de un relato. De ahí el fortísimo respeto que Nona Fernández
quiere transmitir siendo delicada en sus explicaciones y contundente en sus
dudas, con las que inicia cada uno de los cortos capítulos en que divide el
libro: «¿Dónde se ubica lo que no pasó?», llega a cuestionarse. «¿Cómo podemos
narrar la historia sin que se nos venga encima?», se pregunta, antes de reflexionar
acerca de la constitución que sigue dirigiendo la vida de los chilenos,
marcando la sensibilidad o el punto de vista, según sus palabras.
Apenas
conocemos fracciones de algunos sucesos, y a pesar de ello creemos ser
conscientes de conocer, de saber historia o la historia que nos afecta. Por eso
es tan importante orientarse a través de las preguntas y concluir, sin que la conclusión
sea definitiva, que «No recordamos, escribimos la memoria como se escribe la
historia».
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