Así
es el juego
Esmeralda
Berbel
Comba
Barcelona,
2024
330
páginas
Cuando
es preciso, Esmeralda Berbel (Badalona, 1961) demuestra una solvencia
estilística admirable: «No puedo ahora desenterrarme y decirte como hija cuánta
flor hay en mi costado, cuánta agua maloliente, cuánto río lleno de sangre;
cómo me he vuelto reina de las sábanas de hilo caro, cómo hemos desflorado las
flores vivas de nuestros almohadones. Oír la cal trashumando mi piel fría
convertida en oro». Pero su primera preocupación, al menos la que se desprende
de la lectura de este volumen en el que se recogen sus cuentos, es la
definición de personajes a través de la sensibilidad. A estos personajes, que
son los que la preocupan, su fuente de inspiración, el sustrato sobre el que
dejar caer la curiosidad, les da voz, los convierte en narradores. Espíritus
sensibles, asistimos a cómo van construyendo lo que sienten a partir de un episodio
significativo de su existencia, de un momento clave, de la etapa más
significativa. Berbel no entrega el cuadro completo, como no podía ser menos
cuando nos coloca en los sentidos de narradores que atienden a su parcela de
realidad, con lo que empuja al lector a convertirse en cómplice de casi todo:
debemos completar el cuadro mientras nos estamos identificando con el que vive
la historia. Parece fácil y, de hecho, Berbel nos relata esos instantes con
sencillez, pero cuando alguien trabaja mucho y tiene mucho talento para el
trabajo, lo que hace es simplificar, no complicar las cosas. Y mucho menos en
términos de comunicación.
Estamos
frente a unos relatos en los que se atiende a la belleza de lo pequeño, sin que
esto sea una categoría evaluable: lo bello es que las mariposas sean pequeñas y
los océanos grandes. Esa categoría entra, sobre todo, en el fenómeno del tiempo
antes que en el del tamaño: leeremos un fragmento de vida, en un sitio y un momento
concreto, en el que el protagonista debe aprender algo nuevo. Eso supone
plantearse qué es lo que debe aprender, generalmente vital, y cómo saldrá de
ese momento bisagra. Berbel no tiende a ofrecernos el resultado, pero sí a
indicar que hay salida y que ella, creadora de estos personajes por los que siente
debilidad, espera que al otro lado aguarde la calma. Ese es, posiblemente, el
mensaje más concluyente que nos llega desde estos relatos. Como es de prever,
por norma general suponen encuentros e interrogantes, y fallas de comunicación,
en las que por momentos da la sensación de que los personajes hablan más para
sí que para la gente con la que comparten secuencia. Esto da un efecto de
intensidad a las relaciones humanas, muchas de las cuales se asemejarán a las
que conocemos de primera mano.
Somos
vacío y lo que importa es ser conscientes de qué nos llenamos. El destino puede
escoger lo concreto por nosotros, pero nuestra sensibilidad, y aquí hay mucha,
elige la calidad con que combinemos esas cosas concretas: aquí cabe enamorarse,
por ejemplo, porque el enamoramiento es parte de la elección de una vida
poética, de una mirada que tiende a la sugerencia en lugar de a la certeza, de
una conciencia de lo que nos falta y no de la estupidez de la abundancia. Esta
es la esencia de este volumen que recoge dos libros de relatos, Así es el
juego y El hombre que pagaba noches enteras, el segundo de ellos
publicado originalmente hace más de veinte años y ya casi inencontrable. Y en
esta esencia, repetimos está la sensibilidad por encima de cualquier otro valor
literario: la mirada, sí, y la palabra, pero también los olores y, sobre todo,
la piel.
Fuente: Zenda
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