La vida, después
Abdulrazak Gurnah
Traducción de Rita da
Costa
Salamandra
Barcelona, 2022
350 páginas
Se ve, también, en muchas
películas del Oeste, cuando el ganado devora el territorio sobre el que los
agricultores tratan de hacer crecer unas lechugas y unas cebollas. Colonizar
fue un acto muy violento y sus resultados sólo pudieron ser convulsos. Hoy en
día, la colonización sigue las fibras de internet y se traslada mente a mente.
Pero entonces un territorio poseía otro significado, era riqueza, era poder,
era cualquier cosa que se pudiera concluir de la codicia, incluido el imperio.
Frente a la colonización, una de las alternativas más dignas pudo haber sido el
mestizaje. Ese fenómeno se repite hoy en día, cuando tenemos que afrontar
nacionalismos cerriles y nos damos cuenta de que los demás, sus culturas y sus
formas de pensar, además de sus aspectos, nos ayudan a ser mejores personas,
porque nos ayudan a aprender. No querer aprender, porque uno considera que ya lo
sabe todo, es no querer crecer y en esta vida no sirve el estancamiento: si uno
se queda parado, va a ir marcha atrás. En este caso, eso supone practicar el
antónimo de la bonhomía.
La obra de Abdulrazak
Gurnah (Zanzíbar, 1948) retorna a la colonización, retorna a África, una y otra
vez, para hablarnos de su gente. Y nos damos cuenta de que sus intenciones sólo
pueden ser buenas, en el buen sentido de la palabra bueno. Los personajes principales
están colmados de buenos sentimientos que se mantienen firmes hasta en los
mayores tiempos de hambre. El mundo que nos describe parece estar en plena
formación, parece que es un planeta que estemos inventando, y en él nuestros
personajes intentan cultivar la generosidad y el afecto. A pesar de la violencia
que se extiende y que empapa todo a su alrededor, en el contacto con el otro
tratan de no hacer daño y, en la medida de sus posibilidades, de ayudar. Aunque
saben que deben reservarse un tanto así, para no ser ellos los que sufran. Los
extranjeros son militares o sacerdotes, por ejemplo, son figuras que
representan, mientras que ellos, los africanos, incluidos los de origen indio,
son personas, son actores, son protagonistas de sus propias vidas, aunque para
ello deban buscar entre los rincones del mundo alguno en el que alojarse con
cierta comodidad.
La vida, después es un relato muy tierno, escrito con
el pulso ajustado al ambiente que se pretende recrear, lento pero con sucesos
que no cesan de acontecer. Nos importará el mundo emocional que hay detrás de
lo que leemos, porque nos importará la suerte de los personajes. Gurnah nos
demuestra que adora su trabajo como escritor, y eso se hace notar en el relato.
No cabe mayor elogio.
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