El ala izquierda (Cegador, 1)
Mircea
Càrtàrescu
Traducción
de Marian Ochoa de Eribe
Impedimenta
Madrid,
2018
422
páginas
Este
proyecto literario, esta trilogía de la que recibimos la primera entrega,
firmada hace veinte años, la leemos como una suerte de rebelión contra Solenoide, la obra maestra de
Càrtàrescu. Escrita antes del realismo triste y fuertemente sosegado por la
personalidad del narrador, y del autor, que es Solenoide, El ala izquierda nos ofrece una visión metafórica y
rebelde de una Rumanía que ha pasado por años de oscurantismo, del que le
resulta imposible despegarse. Así es como se puede entender esta obra, que
ofrece una poesía oscura y durísima, más próxima a un retablo de El Bosco que a
cualquier otra experiencia narrativa. La lucha entre los atisbos de luz y la
inmensa oscuridad, un existencialismo en el que se impone el extrañamiento de
uno mismo, tal vez sea el tema de la obra. Decimos tal vez, porque la obra no
puede ser más abierta. Se trata de uno de esos libros en los que cada lector
hará su propia interpretación y todas serán válidas. En realidad, enriquecerán
a la obra.
Lo
que comienza como una melancolía de Proust, se despega de la realidad incluso
en los momentos de monólogo, que son los más referenciales, los más pegados al
planeta. Pero son aquellos en los que se refleja una mente humana intrincada en
rizos y sinapsis, para no llegar a ninguna parte. Tal vez porque la vida sea
eso: divagar sin término. Porque vivir no es un viaje cerrado, una narración
completa. De hecho, el realismo se va perdiendo a medida que uno avanza en la
lectura, hasta el punto de verse, cuando aparece, como otra deformación. Lo que
aparece como imágenes, son representaciones sensoriales guardadas en la
memoria. Y la memoria trabaja por igual el último segundo que el primer
recuerdo. De hecho, da la sensación de que Bucarest y el narrador son el mismo
personaje. Y desde ese personaje, que ocupa las primera páginas, el narrador
regresa a la leyenda de su madre o viaja a Nueva Orleans donde conoce a
personajes de baja estofa.
Pero
no estamos frente a una novela, o al menos no frente a una novela de escuela de
escritura. Es una obra que contiene mucho de onírico, sí, pero también de
ensayo. Las asociaciones dan la sensación de ser de escritura automática, y,
sin embargo, responden a un plan. Este es la reclamación de la libertad, del caos como fuente de creación,
de sacar a paseo dioses y monstruos sin necesidad de pedir permiso. En buena
medida, es reclamar un derecho a la infancia, cuando uno debería haber podido
decir lo que no se debe decir. Por eso hasta la figura de la madre aparece
despegada del resto de la realidad, es un viaje a lo irreal. Y la realidad está
condicionada por unos seres algo paranormales, o que nos parecerían
paranormales si no conociéramos la suerte que corrió el país de Càrtàrescu. De
ahí ese punto grotesco que por momentos adquiere la obra, y que es una metáfora
de una posguerra que es, a la hora de la verdad, otra forma de guerra.
El ala izquierda es
una obra coral en la que se suceden caricaturas. Aunque las caricaturas están
demasiado pegadas al retrato, por mucho que esto pueda parecer un oxímoron. Es
una narración acumulativa, donde no cesan de sumarse detalles y datos, hasta
que el edificio se desmorona sobre el lector. Se trata de una experiencia
narrativa intensa, en la que el autor se permite derrochar erudición, en la que
se ambiciona meter a todo el mundo o a toda una vida, lo cual no deja de ser lo
mismo. Un libro que exige atención y devuelve impacto. Una lectura que nos
atornilla al suelo, por mucho que aparente intentar despegarnos de él.
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