Lugares sin mapa
Alastair
Bonnett
Traducción
de Pablo Álvarez Ellacuria
Blackie
Books
Barcelona,
2019
247
páginas
Que
la realidad supera a la ficción es un lugar común. Lo que no es tan común son
estos lugares, reales, a los que nos lleva Alastair Bonnett (Eppig, 1964) y
que, sin duda, vuelven a superar a la ficción por goleada. Y decimos vuelven
porque el libro se trata de una continuación de Fuera de mapa, una especie de obra maestra de lo raro en un terreno,
la geografía, en el que se supone que la ciencia debe ser muy concreta. Pero no
lo es. Estamos ante una entrega de lo real y extraño que incita a seguir con el
descubrimiento de un mundo del que, nos damos cuenta, apenas sabemos nada. Y
estamos frente a un libro que nos indica que la geografía no es ese estudio de
las capitales, los ríos y la enumeración de cabos y golfos con que nos azotaron
en la escuela. Hay un territorio por descubrir, grande como terreno, pero
pequeño en cuento a la escala, y ese territorio es un tesoro, un cofre de los
secretos. Visitarlo de casi la única forma que podemos hacerlo, de la mano de
Bonnett, se ha convertido en una de las experiencias literarias, y geográficas,
más gratas que nos hemos encontrado en los últimos años.
Bonnett
comienza planteándonos qué es la geografía. Sin solución de continuidad, expone
treinta y nueve paradojas de distinta índole: algunas parecen anacronismos,
otras una sencilla estupidez, y las últimas un producto de la innovación técnica,
tanto la informática como la de la ingeniería. No todos los lugares se refieren
a sitios concretos, pues los hay que flotan por todo el planeta, como los
creados por Google Earth, o los que han resultado del contagio de modas de
construcción civil, como las pasarelas. Los hay que atienden a la densidad de
población y los que surgen por conflictos, e incluso los que son fruto de anomalías
legales como la Ley de las Islas de Guano, por la que Estados Unidos puede
reclamar cualquier isla en la que haya cagadas de pájaro. Existen archipiélagos
multiocéanicos que se reúnen en las Micronaciones Unidas y estados que caben en
un piso; hay falsas colonizaciones, muchas, y lugares resistentes frente a la
globalización, que es la gran farsa colonial, pero triunfante, en nuestros días.
Todas las paradojas expuestas nos llevarán a cuestionarnos, directamente, qué
significa lugar hoy.
Pero
el libro no solo nos sirve para cuestionarnos la realidad o qué es la realidad
para nosotros; estamos frente a un tratado sobre lo que los descubrimientos
despiertan en nosotros. Al igual que si se tratara de un libro de relatos, cada
episodio nos guía a través de un conflicto que podemos vivir como pequeño, pero
con el que nos identificamos sin duda. En ocasiones nos despertará la sonrisa,
y en otras una suerte de melancolía por lo que pudo ser, o por lo que fue, o
por lo que debería haber sido. En realidad, y sin hacer de ello un drama, Bonnett
nos habla de traumas, y de respuestas a traumas, que surgen de nuestra relación
con el mundo o de la relación con el resto del universo de estos lugares a los
que se atiende. Y lo hace con mucho estilo, sin perder jamás un pulso narrativo
ni dejar de atender a una ideología de fondo, una intención que radica en intentar
que se vea lo invisible, que es, una vez más, un toque de atención acerca de la
dignidad y la impronta que la dignidad debería seguir teniendo en cada aliento.
“Cada
vez estoy más convencido de que la única forma auténtica de viajar es a pie: lo
demás es pasar zumbando por los sitios”, nos enseña. Porque el libro destila la
calma del caminante, pese a los grandes saltos por los que nos guía.
Seguramente, Bonnett pertenece a la estirpe de la gente convencida de que
caminando se piensa mejor, se reflexiona mejor y funcionan mejor los engranajes
de la creación.